La plaza de mercado de “Las Flores” es uno de los rincones más populares de la ciudad, pues se encuentra ubicada en la localidad de Kennedy, sur-occidente de Bogotá, junto a la plaza de central de abastos más importante del país, Corabastos. Sin embargo, esta abastecedora de alimentos, actualmente, presenta problemas de higiene y salubridad.
Bajo la tibia mañana bogotana del sábado 2 de mayo, el equipo periodístico de Escenario Público se reunió, a las 9:00 A.M, cerca de la estación de Transmilenio de Banderas, dos kilómetros al occidente de Corabastos, y emprendió su viaje hacia el objetivo de investigación, la plaza de mercado de “Las Flores”.
A pesar del difícil acceso a esta zona de la ciudad, a causa de las grandes aglomeraciones de automotores y vendedores ambulantes, Escenario Público logró ingresar a la plaza. El equipo periodístico se dividió en dos partes con el fin de cubrir la totalidad del sector.
En medio de frases como: “¡Adelante patrón, ¿qué está buscando?!” o “¡Le tengo la papa, el tomate y la lechuga fresquita!”, se encuentra la zona de las carnes cuya imponencia se caracteriza no solo por el contraste de los colores rojo y “blanco”, o más bien blanco-café, sino por la mezcla, casi asfixiante, entre el olor de la carne, fresca y reposada, la sangre y los distintos olores que se desprenden de los locales de hortalizas, verduras y frutas adyacentes al sector cárnico.
A medida que nos internábamos en los largos pasillos de ésta sección de “Las Flores” saltaba a la vista la forma como los empleados de los distintos locales manipulaban la carne. El paisaje era abrumador y a la vez abominable: trozos de carne cargados en carretillas de plástico; fragmentos de costillas, para la venta, tiradas en canastas de plástico y lonas de madera al pie de las rejillas de aguas tratadas; cabezas de res manipuladas sobre el café y pegachento piso y mesones, cuyas débiles patas, corroídas por el oxido, parecían no aguantar más el peso de los lomos y piernas que allí eran despostados.
“¡Siga mi amor y mira la costillita lo buena que está… A mil pesitos nomás!” voceaba la mujer, de contextura gruesa, encargada de una de las carnicerías al mismo tiempo que rodeaban y se posaban, sobre el trozo de carne, zancudos y moscas, infaltables huéspedes de honor de las plazas de mercado.
Luego de media hora de observación, mi compañera y yo decidimos que era suficiente por aquel día, así que nos alejamos del lugar.
A las 9:45 A.M llegamos al punto de encuentro acordado, unas cuantas cuadras al occidente de la plaza. Quince minutos después llegó el segundo “escuadrón” de investigación, el camarógrafo y su asistente, pero con la gran diferencia de que llegaron sin una de las compañeras que lo integraba. Fue ahí cuando supimos que había problemas.
Parte de nuestro objetivo era adquirir imágenes audiovisuales sobre las condiciones de salubridad e higiene de la plaza, lo cual implica que debíamos acondicionar las cámaras de video para que no fueran descubiertas. Sin embargo, con el pretexto de que estaba mostrándole unas fotos familiares a su asistente, el camarógrafo, del segundo grupo investigativo, tuvo la fabulosa idea de sacar la cámara en medio de uno de los pasillos para poder captar mejor las imágenes. Inmediatamente la propietaria de un local adyacente se dio cuenta de la situación y comenzó a advertir a todos los comerciantes de la zona.
El camarógrafo y su asistente se dirigieron a una de las salidas de la plaza. Pero desafortunadamente, la compañera encargada de distraer a los vendedores, preguntando por precios y tipos de carnes, no se percató del acontecimiento y una de las comerciantes la identificó.
“¡Ella es una de las que estaba grabando…Los otros dos se fueron por esa puerta… Llamen a la administración!”, gritaba desesperada la vendedora. Luego de varias discusiones, la integrante de Escenario Público fue llevada a la oficina de la administración.
“Usted no puede grabar aquí, porque acá nos han robado mucho. Por eso es que los vendedores son tan paranoicos”, manifestó la secretaria del administrador, que al mismo tiempo le decía que se podía retirar porque el funcionario estaba muy ocupado y no podía atender la situación.
La zona de carnes ocupa, aproximadamente, la mitad de la plaza por lo que el número de locales de este tipo crea una especie de dispositivo de seguridad entre los dueños de las carnicerías, pues al parecer han sido víctimas de robos por medio de filmaciones que muestran los accesos y la seguridad implementada en “Las Flores”.
Luego de 30 minutos, aproximadamente, la compañera llegó al punto de encuentro, con un semblante de nerviosismo y agitación, nos comentó lo sucedido y emprendimos nuestro viaje de regreso.
Eran las 10:45 A.M y, durante su regreso, Escenario Público examinó las imágenes captadas por las cámaras y, definitivamente, puede dar cuenta de las graves deficiencias higiénicas y de salubridad que existen en esta popular abastecedora de alimentos, lo cual da pie para prevenir a los habituales compradores de esta plaza al momento de adquirir sus productos cárnicos.
Espere más detalles sobre la situación que se está presentando en "Las Flores".
Por: Fernando Barajas