Ahora que sabemos quién es Lucho, vamos emprender un exhaustivo viaje por algunos bofes, costillas, “colombinitas”, patas y pezuñas; productos que lo acompañan en su diario vivir y lo convierten en un experto en cortes, empaque y tratamiento de los productos cárnicos que vende. Lucho, es conocido en el sector por ser un muy buen tendero, pues a las amas de casa les encanta su forma de atenderlas “Luchito, deme una libra de carne de bola, pero bien flaquita, usted sabe, así como me gusta, o si no, le traigo la olla”, aseguran una vez tras otra las clientas de “El Llanero”.
Fotografía tomada por Natalia Pinilla Márquez, el 15 de Mayo de 2009. Bertha Suarez, cliente fija del granero no se cansa de repetir lo mucho que le gusta la forma de ser del carnicero “Lucho, es un muy buen muchacho, lo atiende a uno bien, es honesto y amable, además a las viejitas les tiene paciencia y lo mejor de todo, es que no lo atiende a uno de afán”. A pesar de que sus días inician a las 5 de la mañana y terminan a las 9 de la noche, no hay un momento del día en que esté de mal genio o haciendo mala cara, probablemente se deba a su juventud y a su pasión por el trabajo, ya que cada vez que habla de su oficio lo hace como si se tratara de su hobbie o pasatiempo.
A las 5 de la mañana, debe salir hacia el frigorífico “Carnes Angus”, pues aunque ya es amigo del administrador debe llegar temprano, de lo contrario no le apartarán la carne y correrá el riesgo de que le dejen “los sobrados” o la carne del día anterior. Lucho asegura que “a mí me gusta lo que hago y no me importa madrugar, a veces toca sacrificarse y como me voy en bicicleta hasta “Carnes Angus”, de pasito hago algo de deporte”; esta mañana debido a que decidimos acompañarlo a hacer sus compras cárnicas le tocó dejar a “la negrita” guardada (su bicicleta).
Lucho llega aproximadamente a las 7 de la mañana (cuando se va en “la negrita”), arregla la carne en los mostradores y se dispone a desayunar, no le toca ir muy lejos, pues vive sobre “El llanero”, cuando llega de hacer sus compras Doña Alba, su madre, le sirve chocolatico, carne de “espina frita”, huevitos y pan; para ese entonces ya son las 8 y empiezan a llegar sus clientas: “Lucho esto, Lucho lo otro, Lucho, Lucho, Lucho”, es envidiable la capacidad que tiene para escuchar tantos pedidos a la vez y atenderlos correctamente todos. “La hora fuerte para él es de las 8 de la mañana hasta las 11, por eso no lo obligo a que se quede conmigo todo el día, además las clientes ya saben y si llegan después de las 11 no hay carne para ellas, porque yo no voy a arriesgar mi salud metiéndome a esa nevera” asegura Don Antonio.
En este breve respiro, Lucho le ayuda a su madre en las tareas de la casa, se ve con su novia y con algunas de sus amigas, ya que según él “uno tiene sus amiguitas, no ve que aquí vienen muchas niñas y me echan el ojo por ser tan lindo”. Realmente tienen bastante tiempo para dedicarle a sus aventuras románticas, pues a las 2:30 de la tarde “El Llanero” cierra sus puertas por razones “alimenticias”, pues Don Antonio debe ir a almorzar y en consecuencia, tomarse su siesta de la tarde y las 5:30 vuelve a abrir.
“A esa hora es que empieza a moverse esto, porque la gente llega del trabajo y entran a comprar lo de la comida o lo del almuerzo del día siguiente, le compran la lonchera a los niños y compran la leche para el desayuno”, aclara Lucho. En un abrir y cerrar de ojos, el granero se llena de clientela, de niños, de perros e inclusive de gatos, que acompañan a las clientas a comprar la comida. Por un lado está Don Antonio, con su seriedad y tosquedad diciendo “qué va a llevar”, y por el otro, está Lucho “hola, cómo estoy, qué quieres que te dé”. La ambigüedad de estos dos personajes es tal que las señoras tratan bruscamente a Don Antonio y amigablemente a Luchito, quien les fía e intercede ante su padre para que él también lo haga.
De repente son las 9 de la noche hora de cerrar “El Llanero”, Lucho se apresura a recoger los bultos de papa que hay afuera y a bajar la reja, pues a pesar de que sus horas laborales no son muchas, exigen bastante presión, concentración y táctica, pues no cualquiera maneja ¡semejante cuchillo! Con la precisión que él lo hace y sin ningún tipo de protección. Finalmente, su día laborar termina con la orden de su padre “cierre a ver Lucho, ya estoy muy cansado, mañana será otro día”.
Escrito por:
Escenario Público
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